La globalización es polifacética, multiforme, modifica
estructuras económicas, afecta procesos sociales, promueve nuevas tecnologías,
replantea figuras y categorías políticas, y especialmente impacta y afecta
nuestras vidas de distinto modo, positiva y negativamente, dependiendo de la
economía, ubicación geográfica, recursos, tecnología, educación e
infraestructura. Debido a esto Dani Rodrik ofrece un marco conceptual y
analítico sobre la globalización.
Rodrik habla del "trilema político de la economía
mundial" entre estado-nación, la democracia y la hiperglobalización. Según
su análisis solamente dos de las tres premisas son compatibles al mismo tiempo.
Es decir, la democracia se debilita en
el marco del Estado nación si éste está integrado profundamente en la economía
internacional; la democracia y el Estado
nación son compatibles solamente si retrocede la globalización; la democracia
puede convivir con la globalización si se articulan fórmulas de gobernanza
transnacional y se debilita el Estado nación.
La solución a este trilema según Rodrik es que el Estado
nacional vive, si no del todo bien, y sigue siendo esencialmente la mejor
alternativa. La búsqueda de gobernanza global es algo absurdo. Es improbable
que los gobiernos nacionales cedan un control significativo a instituciones
trasnacionales, y las reglas armonizadoras no beneficiarían a sociedades con
necesidades y preferencias diversas. La Unión Europea puede ser la única
excepción para este axioma, aunque su crisis actual tiende a demostrar que es
así.
Según Rodrik "Deberíamos esforzarnos por alcanzar una
máxima globalización que sea coherente con un espacio para la diversidad en los
acuerdos institucionales nacionales".
Otro de los temas que el autor abarca en ``La paradoja de la
globalización´´ es el paralelismo entre
comercio y la emigración. En términos de movilidad laboral hoy nos encontramos donde
estábamos durante el régimen comercial de los años 50. Entonces existía un sistema
individual de cuotas elevadas restricciones al comercio y tenía sentido negociar
multilateralmente algunas restricciones porque casi todos salían beneficiados ahora, Rodrik
cree que tiene sentido estas restricciones pero en los mercados laborales. Esto
lleva a mayor riqueza en el mundo, facilidad a que las mercancías crucen las
fronteras y que ocurra lo mismo con las personas. Todos los países en
desarrollo deberían tener derecho para enviar gente y los receptores serían los países
avanzados. A juicio de Rodrik el único camino es establecer cuotas individuales
en los países de acogida.
Uno de los aspectos que más me interesó del libro es que echa por
tierra todos esos tópicos que tanto se repiten de que los estados ya no pintan
nada en el mundo globalizado y de que pensar desde la perspectiva de los
Estados es cosa de antiguos y nostálgicos. A menudo de aquí se derivan
conclusiones poco inteligentes, como que la soberanía ni existe ni importa, que
lo único que cabe hacer es adaptarse a los tiempos de la globalización, etc.
-Nuria Monje Puerta
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